Los pensamientos de una mujer agridulce

domingo, julio 20, 2008

Rosita...

Esta última semana tuve la oportunidad de conocer a una mujer en mi trabajo. Rosa es encargada de la limpieza de mi área y tiene a penas mi edad (23 años). De apariencia humilde y servicial, todos los días llega a las 7 de la mañana y sale a las 2:30 de la tarde, se dirige a su hogar, donde a su corta edad, es madre de cuatro niños. Su esposo casi le dobla la edad y trabaja como voceador.

Rosa me cuenta a diario, con impresionante alegría, las travesuras que hicieron sus pequeños con el lodo de su patio, porque es de tierra, dice ella. Se ríe al explicarme como se divierten sus hijos cuando ella los baña a cubetazos en la noche para que todos duerman frescos a falta del aire acondicionado o un abanico. Me da técnicas para quitar las manchas de la ropa, pero claro, debo lavarlas a mano, porque ella no sabe usar una lavadora.

Rosita odia cuando llueve. Siempre se asusta porque su casa está cerca de un arroyo y le preocupa que sus niños, que están de vacaciones, se salgan a jugar cuando ella está trabajando. Con entusiasmo me explicó el viernes su método de ahorro para que a sus pequeños no les falte dinero para el camión que toman para ir a la escuela y que consiste en no comprar un litro de leche a la semana para economizar, y claro, "sirve de que no se echa a perder" a falta de un refrigerador en su casa...
Personas como Rosa me hacen reflexionar sobre todas esas cosas que no valoro. Ella, con su alegre y servicial actitud, me invita a aceptar y disfrutar las bendiciones que rodean mi vida. Me invita a ser conciente de que la vida, aunque puede ser dura, representa un regalo y una responsabilidad de amor. Me hace desear cambiar al mundo, para que personas como ella, que merecen todo lo que yo no valoro, puedan continuar su labor de convertir a las personas a través de su actitud y testimonio.

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