Los pensamientos de una mujer agridulce

lunes, abril 06, 2009

La parte fea...


Es comprensible porque nadie disfruta recordar o hablar de aquellos momentos negros de nuestras vidas. Seamos honestos: Apesta tener el corazón roto. Los días duran 40 mil horas y nada parece llenar ese huequito de soledad tortuosa. La sensación de libertad llega a ser odiosa y los sermones de los demás suenan a disco rayado. Nada consuela, nada detiene ese sentimiento de caída y fracaso. Miles de preguntas acosan la mente. El corazón llega al extremo de doler físicamente y pareciera como si la mente y el organismo se negaran a trabajar organizadamente.

En esa etapa me encuentro. Y apesta. Y la odio día a día. Y a veces me da por pensar que daría cualquier cosa por no vivirla... y vuelvo a pensar y reacciono. No. No daría CUALQUIER cosa por una paz barata. No es posible engañarse toda la vida sólo por comodidad. La flojera emocional tiene consecuencias graves para el alma y el corazón. Claro, duele activarse, duele enfrentar esas verdades que tan secretamente escondí bajo la alfombra de mi conciencia. Es díficil observar toda la basurita que calladamente guardé en mi interior, pues no es bonita y hasta huele feo. Me asombra la habilidad que desarrolle para mentirme, para silenciar lo que verdaderamente pensé por tanto tiempo. Y es momento de enfrentarme... y eso también apesta. No puedo mirarme de frente, aún no tengo el valor para reprocharme mi abandono.

Supongo que después, cuando pueda volver a sonreír plenamente, recordaré estos momentos y los veré como en una película hollywoodense, con una musiquita un poco comico-dramática, haciendo miles de tonterías para evadir y sentirme mejor como individuo solitario... y me reiré de mí, así como me río de las películas, que por lo general tienen un final feliz, aunque no sea el fin que el personaje principal hubiese esperado para sí mismo...

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